Que
la contaminación amenaza a la supervivencia de nuestra especie no es
ninguna novedad. La progresiva destrucción de la naturaleza pone en
peligro a toda la humanidad. Los efectos del cambio climático
tienen lugar el día de hoy. Pero, por favor, que no cunda el pánico
y el pesimismo. Dejemos de lado la apatía y reflexionemos un
momento.
Somos
naturaleza. ¿Porqué nos autodestruimos? ¿Somos, acaso, la
enfermedad de la Tierra, el virus que le chupa la sangre a la vida?
La respuesta presenta una doble perspectiva antropológica: la
optimista y la pesimista. Las dos son susceptibles de una
argumentación válida. Entonces, sólo queda escoger entre un
enfoque u otro: ¿El ser humano nace bueno o nace malo?
«En
este juego de niños recíprocos, lo que cuenta es que el lector no
haga nada para que se verifique (la solución) sino que, por el
contrario, deje toda posible veridificación en manos de la novela,
máquina de soñar gratificaciones ficticias»¹
***
Existe una confrontación entre medioambiente y economía. El lenguaje económico enfoca a la naturaleza en términos monetarios. Pero no todos lo economistas piensan igual. La Economía Ecológica coloca en el centro de su análisis la inconmensurabilidad de los valores, intentando tener en cuenta a la naturaleza no sólo en términos monetarios sino, sobre todo, en términos físicos y sociales
El movimiento político verde busca una concietización sobre la protección del medioambiente para satisfacer las necesidades humanas, tanto sociales como espirituales. Éste exige unas reformas legales para mantener la salud del ser humano y conseguir cierto equilibrio con el econsistema. Es decir, tiene como meta la sostenibilidad, y, para ello, llama al intervencionismo gubernamental.
La
extensión de esta corriente de pensamiento alcanza un marco mundial.
En el conexto actual, participan tanto sectores sociales como
empresas, y partidos políticos. No obstante, los agentes más
representativos son las organizaciones no gubernamentales. Éstas
operan desde un nivel local hasta global. Gracias a este activismo,
los partidos políticos, habitualmente de izquierdas (aunque el eje
estructurante del movimiento ecologista no es el de
izquierda-derecha, sino que su pilar es el rechazo a sistemas
productivistas como el capitalismo) han ido incorporando cuestiones
ambientales en sus programas.
La
Ecología Política, como corriente ideológica, diferencia entre el
homo economicus y el homo
ecologicus. El primero es aquel
que optimiza su bienestar según las oportunidades percibidas. Su
actuación se basa en la función de utilidad. Su comportamiento
racional es fruto de la comprensión de la realidad reducida al
modelo macroeconómico. Confían en el individuo perfectamente
informado de todas las circunsutancias que pueden afectar a sus
decisiones. En segundo lugar, el homo ecologicus es un individuo
comprometido con el cambio. Su actuación cotidiana se encamina al
desarrollo sostenible. Se caracteriza por el respeto a su entorno
medioambiental.
«El
hecho de que la sostenibilidad del estilo de vida consumista e
individualista sea puesto en cuestión sugiere indudablemente todo un
rango de preguntas acerca de cómo reconstruir nuestra sociedad. ¿Qué
nuevas instituciones políticas y económicas se necesitan? ¿Qué
regulaciones y conjunto de incentivos son necesarios para reconducir
los patrones de comportamiento hacia direcciones más sostenibles»²
La
formulación verde de una ciudadanía responsable atiende a la idea
de que la virtud cívica puede ayudar a convertir a cualquier
sociedad en una más sostenible. En esta línea, el individuo hace
lo que debe no tanto como reacción a ciertos incentivos sino porque
es lo correcto.
¹
Umberto Eco, El
superhombre de masas
²
Ludvig
Beckman
Dauldee Mairim
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