El
movimiento social brasileño “Movimiento de los Trabajadores
Rurales Sin Tierra” es consecuencia de un proceso histórico de
reivindicación de un reparto justo de la Tierra. Esta reivindicación
surge como consecuencia de un problema endémico en Brasil: el
reparto desigual de la propiedad de la Tierra. Un dato que representa
muy bien este problema es que en 1970 el 50% del medio rural
brasileño estaba en manos del 1% de la población y a principios de
los dos mil la cifra no había cambiado mucho. El movimiento social
comienza precisamente ahí, en la década de los 70. Sin embargo, la
reivindicación de la reforma agraria lleva vigente en el pueblo
rural brasileño varios siglos. Lo que demanda este movimiento es
esencialmente la democratización de la tierra. Personalmente,
considero que podemos equiparar propiedad de la tierra a riqueza. Así
podríamos decir que lo que se reivindica es la democratización de
la riqueza. Y que el conflicto que lleva a esta movilización es la
desigualdad coyuntural.
Las
movilizaciones campesinas llevan tiempo sucediéndose en diversos
lugares. Solo hay que ojear la historia moderna de España, por
ejemplo, para ver cómo la reforma agraria ha sido un problema desde
hace más de un siglo y cómo su solución supone y ha supuesto un
problema de primer orden en la agenda política. Los intentos de
desamortización y de reforma agraria se han topado con barreras
muy similares a las que existieron y existen en España. Estas
barreras son, entre otras:
- el poder de los grandes terratenientes.
- el inmovilismo del poder económico.
- y la connivencia entre la clase política y la élite económica.
En
el contexto de Brasil hay que añadir la extrema pobreza del
campesinado y el empeño de los terratenientes por acabar con
cualquier tipo de asociación campesina.
Entre
los apoyos del Movimento tenemos a ciertos miembros o sectores de la
Iglesia brasileña, a la Policia Federal dependiente del departamento
de justicia y a los propios jueces de Brasil. El máximo tribunal de
justicia del país ha sentenciado en varias ocasiones que el MST
(Movimiento de los Sin Tierra) no es ilegal pues su objetivo no es
otro que hacer valer la constitución. De esta manera podemos decir
que las leyes y la justicia apoyan también los principios que
defiende el MST. La reforma agraria forma parte de la norma suprema
del ordenamiento jurídico brasileño. Y en ella se plasma y
establece como principio la función social de la tierra, en su
artículo 184:
Art.
184. “Es competencia de la Unión expropiar por interés social,
para fines de reforma agraria, el inmueble rural que no está
cumpliendo su función social, mediante previa y justa indemnización
en títulos de deuda agraria, con cláusula de preservación del
valor real, rescatables en el plazo de hasta veinte años, a partir
del segundo año de su emisión, y cuya utilización será definida
en la ley”.
Y
en su artículo 186, concreta los criterios en consideración para
hablar de “Interés Social”:
Art.
186. La función social se cumple cuando la propiedad rural atiende,
simultáneamente, según los criterio y los grados de exigencia
establecidos en la ley, a los siguientes requisitos:
I
aprovechamiento racional y adecuado;
II
utilización adecuada de los recursos naturales disponibles y
preservación del medio ambiente;
III
observación de las disposiciones que regulan las relaciones de
trabajo
IV
explotación que favorezca el bienestar de los propietarios y de los
trabajadores.
Es
por conseguir la función social efectiva de la tierra por lo que
luchan, pacíficamente, los campesinos brasileños. Esta lucha es la
misma por la que pugnamos hoy los movimientos sociales de este lado
del “charco”. Una lucha que va más allá de la izquierda y la
derecha y que trasciende la oxidada arena política de las
democracias de hoy. Una lucha de los de abajo contra los de arriba.
Se trata de democratizar la tierra, la riqueza en definitiva. De
paliar las brutales desigualdades sociales que sufren las sociedades
del mundo en el que vivimos. El voto se ha quedado corto, no valen
unas leyes que garanticen la función social de la tierra o que
subordinen los bienes y recursos de un país al interés general si
no son efectivas. Y por hacerlas efectivas pugnan los movimientos
sociales. Pero ahora hemos cambiado “el fusil por la guitarra”.
Creemos en una definición de democracia como la de Mandela
“si
no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando
se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos
elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía,
aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.
La
igualdad ante la ley no es igualdad en la medida en que si no tenemos
asegurados unos bienes básicos y una educación la igualdad ante la
ley se convierte en algo espurio pues no somos iguales ante la vida.
Hoy,
el Partido de los Trabajadores da cierta luz de esperanza no exenta
de sombras. Además, el Foro Social Mundial de Portoalegre bajo el
lema “otro mundo es posible” trata de hacer realidad un nuevo
orden que haga posible la creación de una sociedad más viable. Un
Brasil sin latifundios.
Andreu Carro
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